Crítica: Mulán (2020)

28.09.2020

Valoración 2,5/5

Mulán ha sido una de las películas por las que ha apostado Disney este 2020, un remake en live action de la película de animación homónima de 1998, recordada por muchos con un especial cariño. Teniendo esto en cuenta, es más que obvio que Mulán (2020) es una heredera inevitable de la animación predecesora, contando así con ciertas ventajas e inconvenientes en su desarrollo. Sin embargo, uno de los principales problemas de este remake dirigido por Niki Caro es la poca capacidad de aprovechar sus ventajas y lo poco que han superado los inconvenientes.

En primer lugar, uno de los fallos principales de la película es su guión pobre y poco enriquecedor. A lo largo de la narración de la historia el guión no proporciona diálogos demasiado interesantes y mucho menos brillantes, dejando caer al espectador en un viaje lineal hacia un punto que todos ya conocemos sin la más mínima exploración de la historia. Una de las ventajas principales de este proyecto era que el público mayoritario conoce las pinceladas básicas de la historia, no obstante, se desperdicia completamente cayendo en un guión que explica de más la historia conocida; sin profundizar en los personajes o en algún aspecto novedoso.


Una de las principales premisas de la nueva película de Disney era abordar el clásico relato chino desde un punto de vista más serio, sin embargo, en el producto final esta seriedad se traduce en una narración insulsa. Los personajes apenas se definen así mismos más allá de la superficialidad, siendo casi criminal en el caso de la propia Mulan, con la que es imposible empatizar lo más mínimo hasta casi los compases finales de la película de una forma muy ligera. Liu Yifei (Mulán) actúa de una forma bastante sólida, sin embargo, es el propio guión el que limita su capacidad interpretativa. Lo mismo sucede con los personajes secundarios que, mientras en el caso de la original, son una banda variopinta y muy carismática; en el remake, no pasan de ser un grupo de personajes apenas definidos y a los que no se le da la más mínima importancia y valor más allá de un continuo fracaso por ser graciosos. Cualquier personalidad se pierde, dejando a los personajes como "maniquís que hacen cosas" a lo largo de 2 horas de película, media hora más frente a la original que consigue un mayor carisma en su reparto.

No obstante, la pregunta que todos nos hacemos es: ¿Dónde está Mushu? Aunque su ausencia era conocida antes del estreno no se puede evitar esperar su aparición o al menos un pequeño guiño a lo largo del metraje. La desaparición del pequeño dragoncillo rojo ya no solo supone dejar atrás uno de los personajes más queridos de la película, sino que supone el sumirse más en el pozo ya excavado con un guión tan escaso. Mushu podría haber servido, debido a su carácter desenfadado a la vez que leal, de respiro cómico a la situación de Mulán -como genialmente funciona en la original- y así reforzar cierta sensación de drama en el resto de la historia, consiguiendo esa supuesta seriedad que buscaba Caro. Además, también podría haber aportado algo de luz a unos personajes que, como se menciona anteriormente, no pasan de un gris soso en cuanto a su caracterización. En lugar de este, se introduce un fénix que funciona de símbolo a lo largo de la historia, no obstante, no acaba de cuajar su simbología en el espectador. Aunque sí que se puede intuir cierta relación con el padre de Mulán así como con la situación de la guerrera, no pasa de ser un elemento circunstancial que no supera mayor trascendencia que una anécdota.

No obstante, no todo en Mulán es negativo, esta también tiene su parte positiva. La fotografía, dirigida por Mandy Walker, es de una manufactura de gran calidad, especializándose en los planos más abiertos en los que se saca un gran partido a la increíble geografía china. Tanto los planos más contemplativos como varios de los escenarios están elegidos con tanto acierto y mostrados con tanta belleza que hacen que este aspecto de la película se haga el más fácil de disfrutar. Aunque no sea una obra maestra en cuanto a la fotografía, es el aspecto más positivo, que apoya la falta de guión y hace que esas 2 horas sean amenas. Desde luego, a falta de pan buenas son tortas.


Sin embargo, su escenografía no es perfecta, sino que decae y desaprovecha la acción del filme. Aunque es un mal habitual en las películas de acción más modernas, esto no lo exime de críticas. La mayoría de escenas de acción transcurren en un frenesí de planos de 1 segundo o menos que varían entre planos detalle y generales dificultando enormemente enterarse de que es lo que sucede. Secuencias de lucha que podrían ser geniales caen al rango de muy mediocres debido a la puesta en escena solo salvable en algunas batallas grupales en las que se distingue mejor la acción.

Como conclusión, podemos decir que Mulán es dos cosas a la vez: como película de acción es mediocre pero aceptable, sin embargo, como remake que carga con una versión anterior -que la supera en casi todos los aspectos- es totalmente desastrosa. Un conjunto de malas decisiones y un Disney que no acaba de decidirse entre un formato adulto y otro más infantil, hacen de este remake la película que es en la que solo destaca de forma puntual los paisajes. Desde luego, si queréis ver una buena película de Mulán id a los clásicos, a la animación de 1998. Además, os ahorrareis 22 euros.


Miguel Alfaya

Gallego afincado en Madrid y amante de su tierra. Fan del cine, los videojuegos y la cultura japonesa desde bien pequeño. Amante de la animación y los VFX aportará en Planos y Pixeles una visión propia de los videojuegos el cine y todo lo que puedas poner en tu pantalla.


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