Crítica: Magical Girl (2014)

05.10.2020

Valoración 3.5/5

Un premio Goya a mejor actriz y 7 nominaciones, Concha de oro a Mejor película y director, 4 nominaciones a los Premios Fénix, 4 Premios Feroz, un Premio Forqué... Magical Girl, del director madrileño Carlos Vermut, fue un auténtico fenómeno de crítica y un buen ejemplo de que el cine español puede ofrecer profundidad narrativa y actuaciones cargadas de emoción. Sin embargo, la película presenta una serie de asperezas que otorgan un acabado desigual a un largometraje igualmente notable.

Todo comienza con una clase, un profesor y un truco de magia.  Lo que se muestra en pantalla nos es extraño en los primeros compases de la película: no sabemos dónde nos encontramos, quiénes son los personajes que vienen y van  ni las relaciones que los unen. La primera hora es un puzle de piezas y piezas que parecen no encajar. Pero, conforme avanza la trama, poco a poco y con paciencia, vislumbramos la solución al rompecabezas que Carlos Vermut ha diseñado con todo detalle.

Muchas cosas podemos decir del guion: es oscuro, coral y nos guía por un mundo repleto de viejas deudas, favores y resentimientos. Algunos dirán que la película es una crítica a la situación económica que vive la clase media y lo desesperada que está por salir de dicha situación; otros, que refleja la falta de comunicación entre humanos y, por consiguiente, las heridas emocionales causadas por un mundo frío y cada vez más distante; otros, que es una amarga reflexión sobre la existencia humana. 

Me atrevo a decir que es y no es todo lo anterior: la película habla sobre el mal. No es un mal bíblico, o el del capitalismo, o el mal como fruto de la vida en sociedad. Es un mal inherente dentro de todos nosotros, pegado a nuestra alma y con el que viviremos desde el primer llanto hasta el último suspiro. ¿Cómo de desesperado tiene que estar un padre por ayudar a su hija enferma? ¿ Cómo soportar una vida traumática? ¿ Cómo podemos redimirnos de los pecados de nuestro pasado? Estas son algunas de las preguntas que Vermut plantea, pero no responde. 

De entre todas las actuaciones, la de Bárbara Lennie es la más destacada. Fría y terriblemente vulnerable al mismo tiempo, da vida a uno de los personajes más interesantes de los últimos años. La primera escena nos ofrece pistas sobre cómo será su personaje: misterioso, rebelde y castigado. Su mirada absorbe por completo la atención del espectador, y sus labios dan voz a los apartados, los enfermos, los torturados y los incomprendidos fruto de un sistema cruel con quien no se adapta a sus normas. 

Sin embargo, si Bárbara es el dolor, José Sacristán es el agresor. Su personaje se desliza en la delgada línea de la compasión, la ternura y el horror. A veces cariñoso y comprensivo, otras veces implacable, pero siempre humano, tardará tiempo en ser olvidado por los testigos de sus actos en pantalla. Luis Bermejo nos brinda una actuación sólida que brilla gracias a una de las estrellas de la película: Lucía Pollán. Ella, de tan sólo 14 años, representa el haz de luz en un mundo cada vez más oscuro. Sus minutos en pantalla ponen de manifiesto un talento natural por la interpretación, pues en ningún momento sobra, nunca nos preguntamos qué hace allí y desprende una naturalidad que a muchos les gustaría tener.

Pero no todo brilla en una película que, si hubiera sido más atrevida en su fotografía y en su montaje, sería uno de los mejores largometrajes de la década. Las localizaciones son variadas y técnicamente es correcta, pero no puedo evitar pensar que Santiago Racaj podría  ofrecernos algo mejor, mucho mejor. El cine, a pesar de todo, es un medio visual, y la película parece saberlo en algunos momentos. En ocasiones nos sorprende con unos planos poéticos que implican una sensibilidad especial pero, en términos generales, la cinematografía es fría y sosa, y la música, salvo por La niña de fuego, de Manolo Caracol, no sobresale en ningún aspecto. 

No pretendo causar una impresión equivocada: el largometraje está montado con una precisión milimétrica y una sensibilidad destacable, pero cuando pienso en Magical Girl, únicamente afloran en mi memoria un puñado de fotogramas. No están cargados de particular belleza, pues la película no tiene este fin, pero sí que están cargados de un valor narrativo que ayuda a avanzar a una película basada en el diálogo y las relaciones entre sus personajes. 

Puede que Magical Girl sorprenda a muchos, puede que nos deje fríos a otros. En su guion y sus actuaciones se esconde una gran trama que no está tan bien presentada como podría. Bárbara Lennie, José Sacristán, Lucía Pollán y Luis Bermejo nos ofrecen unos personajes profundos, cargados de grises y que intentan jugar sus cartas lo mejor que pueden. Su amarga trama deja un regusto aún más amargo a el qué podría haber sido, cómo podría haber brillado más. A pesar de todo, dudo que alguien no disfrute, o al menos no se sorprenda, con esta película, atrevida, pero imperfecta. 


Marcos Angulo

Valenciano de nacimiento y extremeño de corazón. Fascinado por el cine y la literatura, tiene tantos libros sin leer como historias que contar. En Planos y Píxeles escribirá sobre películas, directores y la industria cinematográfica. Hasta quizás os hable de videojuegos si tiene el día.


Un universo en la pantalla
Planos y Píxeles 2020
Creado con Webnode Cookies
¡Crea tu página web gratis! Esta página web fue creada con Webnode. Crea tu propia web gratis hoy mismo! Comenzar