Crítica: El juicio de los siete de Chicago (2020)

17.10.2020

Valoración 4/5

Tras un complicado estreno en cines debido a las limitaciones sanitarias, Netflix decidió reestrenar en su plataforma una de las películas por la que más ha parecido apostar. Con un ya veterano Aaron Sorkin (La red social, The newsroom, El ala oeste de la casa blanca) en el puesto de dirección y un variado reparto de calidad, la película de Netflix nos muestra cómo será el transcurso de uno de los eventos judiciales de mayor importancia en la EEUU de los años 60.

El juicio de los siete de Chicago relata los sucesos en los que se vieron relacionados varios activistas de las protestas en contra de la guerra de Vietnam, así como el juicio que se llevaría a cabo. Este elenco sería juzgado por conspirar contra la seguridad nacional al comenzar una supuesta gran marcha violenta por las ciudades de Chicago. El juicio será un elemento determinante en la sociedad estadounidense, convirtiendo la película en un buen reflejo de los intereses del gobierno norteamericano de la época y el choque con una sociedad en transición. Sin embargo, podría parecer que al resto del mundo este suceso no debería importarnos, no obstante, Sorkin se las arregla para mostrar un gran drama con tintes cómicos que sirve tanto para conocer la historia de los años 60 como para replantearnos varios sucesos de actualidad.

El juicio de los 7 de Chicago es una película que se muestra muy dinámica a pesar de su falta de variedad en los escenarios. El director parece conocer las limitaciones creativas que supone un filme jurídico y consigue suplirlas e incluso cambiar las costumbres del género. Ante un escenario que transcurre la gran parte del tiempo en un juzgado, Sorkin abre una dimensión de interés más allá con un elenco de personajes que brillan con gran soltura. Abandona la variedad en los escenarios para brindarnos una riqueza de guión y personajes que fueron posibles, en parte, por la tremendas diferencias entre las personas originales del juicio en las que se basa el metraje.

Sorkin comienza el filme con gran dinamismo y soltura, presentando la situación de Vietnam de una forma sencilla con imágenes y secuencias intercaladas. Presupone un conocimiento básico en el espectador a la vez que informa ligeramente a los más despistados para que no se pierdan. En los primeros 15 minutos de la película se nos presentan rápidamente unos personajes muy heterogéneos que, ya en sus primeras apariciones, consiguen mostrar de forma concisa su personalidad. Aunque exitosa, la presentación podría ser considerada un poco confusa y caótica, dando demasiada información en los primeros compases para meter al espectador rápidamente en un juicio que copa la mayoría de la duración de la película.

En el interior del juzgado se sucederán los hechos con mayor o menor exactitud respecto a la realidad a lo largo de los 130 minutos de duración. Se recurre en ocasiones a flashbacks y flashforwards que añaden un espectro de dinamismo que hace que nadie se aburra demasiado de contemplar el mismo amueblado de los juzgados norteamericanos. Sin embargo, uno de los aspectos en los que más luce la película es en el uso del dramatismo y la comedia, una combinación que no todos los guiones consiguen llevar con éxito. Los momentos dramáticos consiguen ser hasta un poco angustiosos, complementandose a la perfección con momentos cómicos que ni se pasan ni se quedan cortos. Llevando así el guión por una montaña rusa de emociones que hacen la película bastante sencilla de ver gracias a dos elementos desarrollados con gran maestría.

En primer lugar, el guión es rico, inteligente y realista. Ninguna frase sobra ni ninguna se echa de menos. Las relaciones y conversaciones entre los personajes son ingeniosas y verosímiles, haciendo que creamos por completo la relación entre Abby Hoffmann (Sacha Baron Cohen) y Tom Hayden (Eddie Redmayne). Los giros cómicos de Hoffmann y Rubin (Jerry Stong), ambos yippies de la época, son creíbles por la propia forma de pensar de estos, no obstante, no caen en la ridiculización, sino que muestran seriedad en los momentos pertinentes. Por otra parte, el guión es reflexivo e interpela un pequeño debate hacia la justicia y el sistema estadounidense, sin embargo, Sorkin no se moja y muestra un hecho tan alejado en el tiempo que le permite elegir un bando de forma clara sin levantar demasiadas ampollas en el grueso de la sociedad. Así mismo, en la película también se muestra el racismo institucional hacia la figura de Bobby Seale (Yahya Abdul-Mateen II). El abuso constante de autoridad en las escenas que protagoniza el líder de los Black Panther son, desde luego, algunas de las situaciones que más injustas se sienten y llenan de impotencia al espectador.

En segundo lugar, tenemos un elenco que permite que la película funcione a las mil maravillas y el guión se presente hasta mejor de lo que realmente es. Todos hacen un muy buen papel encarnando sus respectivos personajes, exceptuando algún momento más bajo en el que intervienen personajes secundarios, la película destaca por su buena actuación entre las que resaltan varios actores. En primer lugar, Sacha Baron Cohen hace un papel espectacular y muy diferente al que nos tiene acostumbrados (Borat, El Dictador), mostrándonos una grandísima capacidad de interpretación sin nunca perder sus toques de humor y capacidad de hacer reír tan característica. Cohen está espléndido, pero tampoco podemos olvidarnos de un Eddie Redmayine que lleva muy bien su papel, quizás no alcance el nivel de su compañero, pero desde luego su personaje no nos deja para nada indiferentes, consigue llevarlo a la dimensión suficiente para que ya en los primeros diálogos y compases sepamos que tipo de persona es y la desarrolle de una forma correcta hasta los créditos finales. También podemos destacar la actuación de Mark Rylance como abogado defensor y un gran papel de Frank Langella como juez del caso que, al contrario de lo que nos acostumbra el género, no se ajusta a la visión del hombre recto y justo habitual. Por contra, este puede ser clasificado de muchas formas antes que justo o profesional dándole buenos momentos a la película.

A pesar de todo esto y de los buenos momentos dramáticos que consigue crear la película está también tiene sus aspectos negativos. Principalmente, la puesta en escena y el uso de planos son muy pobres, no pasando de un juego de plano/contraplano casi en ningún punto de la película. Esto no empobrece demasiado la experiencia pero desde luego sí que afecta un poco el total de la obra que podría haber sido mucho más redonda en su totalidad. Así mismo, también se podría cuestionar el personaje de Joseph Gordon-Levitt, el cual empieza fuerte pero acaba perdiendo la importancia en la mayoría de la película solo resaltando en algún momento final cuando podría tener un gran juego moral. Sorkin parece que quiso darle más importancia con una escena concreta que no llega a trascender demasiado y es muy prescindible para la película en su totalidad.

En conclusión, El juicio de los siete de Chicago, es una película excelente y digna de ser vista; entretenida, ligera y profunda cuando tiene que serlo; nos muestra unos personajes magníficos a través de un guion muy bien escrito que nos acerca a sucesos de trascendencia real. Sus imperfecciones no empañan una experiencia más que disfrutable y muy recomendada. Desde luego, no sorprendería a nadie que tuviese alguna nominación en distintos premios.


Miguel Alfaya

Gallego afincado en Madrid y amante de su tierra. Fan del cine, los videojuegos y la cultura japonesa desde bien pequeño. Amante de la animación y los VFX aportará en Planos y Pixeles una visión propia de los videojuegos el cine y todo lo que puedas poner en tu pantalla.  

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